Martes Santo "Una invitación en Riesgo

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El riesgo de Defraudar a Dios

Esta se conoce como la Parábola de los viñadores homicidas. Es tan dura que nos cuesta pensar que va dirigida como advertencia profética a los dirigentes religiosos de su tiempo. Lo que menos se nos ocurre pensar es que tiene algo que ver con nosotros.
Esto trata de unos labradores encargados por su señor para trabajar su viña.
Llega el tiempo de vindimia y sucede algo sorprendente e inesperado. Los labradores se niegan a entregar la cosecha. Los frutos que el señor espera no los recogerá.
Su osadía es increíble. Uno tras otro van matando a los criados que el señor les envía para recoger los frutos.
Cuando manda a su hijo, lo echan de su viña y para colmo lo matan para convertirse en únicos dueños de todo.
¿Qué puede hacer el dueño de la viña con esos labradores?
Los dirigentes religiosos, que escuchan nerviosos la parábola, sacan conclusiones terrible: los hará morir y traspasará la viña a otros labradores “que le entreguen los frutos a su tiempo”. Ellos mismos se están condenando. Jesús les deja claro que les quitará el reino de Dios y se lo dará a un pueblo que produzca frutos.
En la viña del Señor no hay espacio para quienes no producen frutos.
NO hay espacio, en la viña del Señor, el proyecto del reino de Dios para labradores indignos que no reconozcan el señorío de su Hijo, porque se sienten propietarios, señores y amos del pueblo de Dios. Esos habrán de ser sustituidos por un labrador o por labradores que produzcan frutos.
NO piense que esto es solo para el pueblo de la Antigua Alianza y que ahora como usted tiene la garantía de que Cristo siempre está con nosotros, no es para nosotros.
Es un error. La parábola está hablando también a nosotros. Dios no habrá de bendecir un cristianismo estéril del que no recibe los frutos que espera. NO tiene por qué identificarse con nuestras actitudes, nuestras incoherencias, desviaciones, flaquezas y poca fidelidad.
Aquí los labradores son indignos y su actuación es siniestra. NO se parecen en nada al dueño que cuida la viña con solicitud y amor para que no carezca de nada.
NO aceptan al señor al que pertenece la viña. Quieren ser ellos los únicos dueños. Jesús declara que les quitará la viña y se la dará a otro pueblo que produzca.
Después del año 70 con la destrucción del templo, esta parábola profética fue leída e interpretada como que la Iglesia había tomado el lugar de Israel, pero nunca se interpretó como ese nuevo Israel sería fiel al Señor de la Viña.
El reino de Dios no es de la Iglesia. NO le pertenece a nadie, no es propiedad de teólogos o eruditos, fariseos ni saduceos. Su único dueño es Dios. Por eso seguirá siendo el Señor. Nadie es dueño de su verdad ni de su espíritu. El reino de Dios está en el pueblo que produce sus frutos, de justicia, compasión, y defensa de quienes necesitan del Señor.
Lo peor que le puede pasar a la Iglesia hoy es que mate a sus profetas, sus pastores, sus misioneros, sus predicadores aquellos que se sientan dueños de la viña del Señor. Los frutos no son nuestros, no son de nadie, son del Señor. NO podemos con nuestras actitudes traicionar o defraudar al Señor y ahogar el Espíritu. Esta es la Iglesia del Señor y a ella Dios le demanda frutos y si no lo hace, créame que Dios abrirá otros caminos y otros pueblos que produzcan frutos.
¿Le podrá suceder a la Iglesia lo mismo que al pueblo de Israel? ¿Podremos defraudar las mismas expectativas?
El peligro siempre es el mismo. Para Israel estaba todo claro, tenía la Escritura, los profetas, la Ley, las instituciones, el templo, etc. No parecía necesario nada nuevo. Bastaba que estuviera todo en orden. Eso control y confianza es lo peor que le puede pasar a la Iglesia. Es por eso que me alegra haber llegado a una Iglesia que celebró hace un año la llegada nuestra celebrando el tema “Un nuevo Comienzo” y por ello hoy nos afirmamos bajo el tema “Estad Firmes”. Esta es una Iglesia que está dispuesta a escuchar a su pastor, pero que también escucha a quienes llegan con palabra de Dios. Aquí no se mata a los pastores, ni a los profetas, ni a los predicadores.
Por pensar que todo está bien es que nos caemos. La viña no es nuestra y es necesario que descubramos si produce frutos.
¿No estará esta generación, esta sociedad, más necesitada de Dios?
Fue el lucro y el poder lo que provocó los homicidios. Ese poder, si analizamos es la estructura sobre la que se sostiene nuestra sociedad. Ese deseo desmedido produce frutos amargos y no es de Dios. Lo que Dios produce siempre es bueno. Ese afán de poseer nos lleva a la soledad.

La invitación de Dios

Dios está preparando una fiesta final para todos sus hijos, pues a todos nos quiere ver sentados, junto a él. Jesús no se contentaba con decirlo, sino que constantemente se sentaba con los discípulos a la mesa.
La vida de Jesús es una invitación en nombre de Dios. Es en sí mismo pan, por lo tanto en sí mismo es una invitación. NO imponía nada, no presionaba a nadie.
Anunciaba la Buena Noticia de Dios. Jesús quitaba tristezas, anunciaba alegría y anhelo de Dios.
Jesús sabía que su invitación podría ser rechazada. Están mas enfocados en la propias vidas que en respondedle a Dios.
Quien reacciona mal ante los enviados, realmente no lo hace contra lo enviados sino contra quien envía.
Son muchos los que no escuchan la llamada de Dios. Se bastan en sí mismo y ante sí mismo.
El riesgo es vivir cada día más sordos a toda llamada que pueda transformar sus vidas.
Tambien hoy es posible escuchar a Dios
Para escucharlo hay que predicarlo. La sociedad está en crisis, pero Dios no. Los teologos tratan de hablar de Dios, pero no hablan con Dios. Nuestras crisis jamás impedirán que Dios se siga ofrenciendo a nuestras vidas.
Eso lo destaca los invitados a la boda. Dios no excluye a nadie. Dios quiere que todo culmine en una fiesta mararvillosa. Dios quiere que la sala se llene de invitados. Ya todo está preparado y nadie puede impedir que la invitación llegue a las vidas.

NO corramos el riesgo de desoír

Mateo 22.1–14 RVR60
Respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo:El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo;y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir.Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas.Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios;y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron.Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad.Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos.Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis.Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados. Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.
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